Egipto

Los primeros cazadores y recolectores que habitaban a lo largo del Nilo adoptaron hace unos 5.000 años a.C. una forma de vida sedentaria. Aprendieron a vivir con el Nilo, lo que al principio no fue, seguramente, nada fácil. En efecto, el imponente río tenía una crecida todos los veranos e inundaba el país. La riada era peligrosa, pero cuando las aguas volvían a retirarse en otoño dejaban tras de sí una capa de lodo. Aquel lodo era un abono estupendo y proporcionaba gran fertilidad a los campos. La gente se mostraba agradecida al Nilo y lo veneraba como a un Dios: «Te alabo, oh Nilo, que surges de la Tierra y pasas por aquí para alimentar a Egipto. Riegas los campos y tienes la virtud de nutrir a todos los animales. Empapas el desierto alejado del agua, produces la cebada y creas el trigo. Llenas los graneros y ensanchas los pajares y das algo a los pobres. En tu honor tocamos el arpa y cantamos». Los egipcios daban gracias al Nilo con este canto y como el río era vital para ellos, lo observaban con gran atención. En sus observaciones comprobaron que la crecida llegaba, por término medio, cada 365 días. Ese número de días sumaba para ellos un año nilótico, que dividieron en doce meses de 30 jornadas. Las cinco restantes las intercalaron entre un año y otro. De ese modo, hacia el 3000 a.C., los egipcios introdujeron un calendario hasta hoy en el mundo entero con pocos cambios.
Por aquel entonces había a orillas del Nilo dos imperios que luchaban por la hegemonía: el Alto Egipto, en el curso superior, y el Bajo Egipto, en la zona de la desembocadura. Cuenta la tradición que, el año 3100 a.C., el rey Menes del Alto Egipto conquistó con su ejército el Bajo Egipto, fundó la capital de Menfis y se convirtió en soberano de todos los egipcios. Como «faraón» no era sólo rey sino que se le veneraba, además, como un dios y se le dirigían oraciones como a los demás dioses; Poseía un poder ilimitado y su voluntad era ley. Unos funcionarios encabezados por el visir se ocupaban de la aplicación de sus leyes. El visir era una especie de jefe de gobierno y juez supremo al mismo tiempo; era, por tanto, el hombre más poderoso de Egipto después del faraón.
Para administrar aquel gran imperio de cerca de un millón de habitantes y organizar la producción y distribución de alimentos, los funcionarios adoptaron de los sumerios el arte de la escritura, pero desarrollaron un sistema propio. La mezcla de imágenes y signos recibió más tarde el nombre de «jeroglífico», que significa 'escritura sagrada'. Al principio los textos se grababan en piedra. Más tarde, los egipcios fabricaron con plantas de papiro un precedente del papel y escribieron sobre él con plumas de caña y tinta.
Los egipcios que sabían escribir, hacer cuentas y leer pertenecían a la alta sociedad. Los altos funcionarios y los sacerdotes ocupaban en la jerarquía del Estado el rango inferior al del visir.
Un grado más abajo, pero encima todavía de los comerciantes y artesanos, se hallaban los escribas corrientes. En el escalón inferior de aquella jerarquía vivía la gran masa de campesinos y trabajadores, que constituían el 85 por 100 de la población. Ellos fueron quienes levantaron los palacios, los templos y los sepulcros de los faraones.
Las pirámides fueron símbolos de la grandeza de los faraones sepultados en ellas. Así se explica la competencia por construirlas cada vez más altas e imponentes. El constructor de la más grande, el faraón Keops, reinó hacia el 250O a.C. Keops ordenó proyectar su tumba cuando apenas había comenzado a desempeñar su cargo y era todavía un hombre joven. Como en Gizah, el lugar donde debía alzarse, sólo había un desierto de arena, hubo que llevar allí desde canteras alejadas 'los bloques de piedra necesarios, unos dos millones de piezas de hasta tres toneladas de peso. Los bloques se arrastraban desde la cantera hasta el Nilo y se transportaban en barco hasta Gizah. Antes hubo que construir una carretera desde la orilla del Nilo hasta la ubicación de la pirámide proyectada. Esta obra sola duró ya diez años. La construcción de la pirámide propiamente dicha requirió otros 23. Los restos de la colonia de obreros, hallados más tarde, permiten concluir que el número de trabajadores permanentes en la pirámide de Keops rondaba los 4.000. A ellos se sumaban cada año entre 50.000 y 100.000 campesinos durante los meses de las inundaciones del Nilo. Sirviéndose tan sólo de su fuerza corporal, palancas y tornos de cable fueron superponiendo los bloques de piedra hasta que la pirámide alcanzó 146 metros de altura. En la base, de 230 metros de lado, habrían cabido diez campos de fútbol.
Dentro de la pirámide se hallaba la cámara sepulcral del faraón donde, tras su muerte, se hallaría a salvo de cualquier peligro. Aquella protección era una necesidad, pues los egipcios creían en una vida tras la muerte. Para esa vida, sin embargo, había que disponer del propio cuerpo. Para conservar su cuerpo, el faraón fue embalsamado mediante un procedimiento costoso y envuelto en vendas de lino empapadas en resina y con el fin de que se sintiera a gusto incluso en el más allá, se depositó junto al faraón, en la cámara sepulcral, una parte de sus tesoros, además, por supuesto, de comida y bebida. Hoy, todo aquel dispendio nos parece monstruoso. Pero entonces la gente creía que los faraones intervendrían desde el más allá en favor del bienestar de Egipto, lo cual les compensaba de unos gastos tan grandes.
Las culturas de los sumerios y los egipcios son para nosotros las primeras culturas superiores de la historia. La egipcia perduró más tiempo que cualquier otra. No concluyó hasta el 332 a.C., después de más de 3.000 años, con la conquista del ejército griego mandado por Alejandro Magno.
Manfred Mai, BREVE HISTORIA DEL MUNDO PARA JÓVENES LECTORES. Editorial Océano, España 2004
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